Los sentidos
Los cinco sentidos son los sistemas receptores que constituyen parte de los exteroceptores, dado que permiten percibir y procesar la información del entorno que nos rodea. Son fundamentales para nuestra interacción con el mundo y nos brindan una experiencia sensorial única. Los cinco sentidos son la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Cada uno de estos sentidos cumple una función específica y nos proporciona información vital para nuestra supervivencia y bienestar.
Estos sentidos están formados receptores lumínicos (fotorreceptores), mecánicos (mecanorreceptores), químicos (quimiorreceptorres), térmicos (termorreceptores) y al dolor (nociceptores).
Sentido de la vista, conos y bastones
El sentido de la vista es uno de los órganos sensoriales más importantes del cuerpo humano. Nos permite percibir el mundo que nos rodea a través de la luz y los colores. Los conos y bastones son células especializadas en la retina del ojo que desempeñan el papel de fotorreceptores.
Los conos son responsables de la visión en colores y de la percepción de los detalles finos. Hay tres tipos de conos, cada uno sensible a diferentes longitudes de onda de luz: los conos sensibles al rojo, al verde y al azul. La combinación de la estimulación de estos conos nos permite ver una amplia gama de colores.
Por otro lado, los bastones son células más sensibles a la luz y juegan un papel crucial en la visión en condiciones de poca iluminación. Son responsables de la visión en blanco y negro y de la percepción de los contrastes. Los bastones son más abundantes en la retina que los conos y nos permiten ver en la oscuridad o en ambientes con poca luz.
Estructuralmente, los hombres tienen más bastones que las mujeres y de allí que poseen una mejor visión nocturna, las mujeres por su parte tienen más conos, los que les permite distinguir una mayor variedad de tonos sutiles. Estas adaptaciones probablemente tiene que ver con la función cazadora de los hombres y recolectora de las mujeres en las eras prehistóricas.
Sentido del oído, audición, aceleración y equilibrio
El sentido del oído es uno de los cinco sentidos principales del cuerpo humano. Es responsable de la audición, que nos permite percibir y procesar los sonidos que nos rodean. El oído está compuesto por tres partes principales: el oído externo, el oído medio y el oído interno. El oído externo captura los sonidos del entorno y los dirige hacia el oído medio. El oído medio amplifica y transmite los sonidos hacia el oído interno. El oído interno contiene la cóclea, un órgano en forma de caracol que convierte las vibraciones sonoras en señales eléctricas que el cerebro puede interpretar como sonidos. La audición es esencial para la comunicación y la percepción del entorno.
Además de la audición, el oído también desempeña un papel crucial en la aceleración y el equilibrio. El oído interno contiene los órganos del equilibrio, conocidos como el sistema vestibular. Este sistema está compuesto por tres canales semicirculares y dos estructuras llamadas utrículo y sáculo. Estos órganos detectan los cambios en la posición y el movimiento de la cabeza, lo que nos permite mantener el equilibrio y la estabilidad. Cuando nos movemos rápidamente o giramos, el sistema vestibular envía señales al cerebro para que podamos ajustar nuestra postura y mantenernos en equilibrio. Además, el sistema vestibular también está involucrado en la detección de la aceleración lineal, como cuando nos movemos hacia adelante o hacia atrás mediante una estructura llamada macula densa.
Los receptores auditivos y de aceleración son todos mecanorreceptores, ya que poseen una estructura ciliada que al moverse genera las señales neuronales que son interpretadas como sonidos, cambios de posición y aceleración.
El sentido del tacto y sus receptores
El sentido del tacto nos permite percibir y experimentar el mundo a través del contacto físico con objetos y superficies. Los receptores del sentido del tacto se encuentran en la piel y en algunas partes internas del cuerpo, como los órganos internos y las articulaciones. Estos receptores son conocidos como corpúsculos táctiles y se encuentran en diferentes densidades en diferentes áreas del cuerpo. Por ejemplo, los dedos y las manos tienen una mayor concentración de receptores táctiles, lo que nos permite tener una mayor sensibilidad al tacto en esas áreas.
Los receptores táctiles se pueden clasificar en dos tipos principales:
- Terminaciones nerviosas libres: Son las más abundantes y se encuentran en toda la piel, especialmente en las zonas más sensibles, como las yemas de los dedos, los labios y los genitales. Responden a todo tipo de estímulos mecánicos, pero son más sensibles al dolor.
- Corpúsculos táctiles: Son estructuras más complejas que están rodeadas de una cápsula de tejido conjuntivo. Existen varios tipos de corpúsculos táctiles, cada uno de los cuales responde a un tipo específico de estímulo.
Los principales tipos de corpúsculos táctiles son:
- Corpúsculos de Meissner: Se encuentran en la epidermis, la capa más superficial de la piel. Responden a la presión y a las vibraciones de baja frecuencia.
- Corpúsculos de Pacini: Se encuentran en las capas profundas de la piel, en los tejidos conectivos, los tendones y las articulaciones. Responden a la presión y a las vibraciones de alta frecuencia.
- Células de Merkel: Se encuentran en la epidermis. Responden a la presión y al tacto sostenido.
- Corpúsculos de Ruffini: Se encuentran en la dermis, la capa intermedia de la piel. Responden ante el calor y los estiramientos
- Corpúsculos de Krause: Se encuentran en la dermis. Actúan ante la presencia del frío
Los receptores táctiles son esenciales para nuestra capacidad de interactuar con el mundo que nos rodea. Nos permiten sentir la textura de los objetos, la temperatura, la presión y el dolor. También nos permiten realizar tareas complejas, como escribir, tocar un instrumento o practicar deportes.
Sentido del gusto: Dulce, ácido, salado, amargo y ¿umani?
El sentido del gusto es uno de nuestros sentidos exteroceptivos más importantes para la alimentación y la supervivencia. Se relaciona con el olfato y se basa en la percepción de cinco modalidades de sabor: dulce, amargo, salado, ácido y unami. Los receptores del sabor se localizan en las papilas gustativas de la lengua, paladar y faringe.
La lengua, con sus más de 10.000 papilas gustativas formadas por quimiorreceptores, es el órgano sensorial que nos permite disponer del sentido del gusto. Gracias a la lengua, podemos notar enormes variaciones en lo que a sabor se refiere. El sentido del gusto es el conjunto de procesos neurológicos que tienen su origen en las papilas gustativas de la lengua y que permiten convertir la información química de los alimentos en unos mensajes eléctricos capaces de viajar a través del sistema nervioso hasta llegar al cerebro, el órgano que nos hará experimentar el sabor.
El gusto es lo que permite que captemos los sabores de los alimentos, algo que permite que elijamos y delimitemos el consumo de nutrientes. Y es que no es el propio elemento consumido lo que permite que identifiquemos el sabor, sino el procesamiento que cada uno de nosotros hace a nivel nervioso. Del mismo modo, solo este procesamiento va a marcar si percibimos el sabor como apetitivo o aversivo. Estamos ante uno de los sentidos más relevantes a la hora de permitir nuestra supervivencia: La percepción del sabor nos permite saber si un alimento está en buen o mal estado, si podría resultarnos tóxico, o incluso comprender si contiene algunos elementos clave que nuestro organismo necesita (el azúcar o la sal principalmente).
Es de hacer notar que la lengua también posee numerosas terminaciones táctiles, por lo que podría decirse que es el órgano sensorial más completo del cuerpo, dado que poseen dos sentidos integrados en un solo órgano. Ese hecho explica en gran parte de tendencia de los niños pequeños a llevarse todos a la boca.
Sentido del olfato, una vía directa al cerebro
Cuando inhalamos olores, las moléculas de los compuestos químicos presentes en el aire entran en contacto con las células receptoras olfativas ubicadas en la nariz. Estas células receptoras están conectadas a los nervios olfativos, que a su vez se conectan directamente con el bulbo olfatorio en el cerebro. Esta conexión directa permite que la información sobre los olores sea transmitida rápidamente al cerebro, sin pasar por otros procesos de filtrado o interpretación, como ocurre con el resto de los sentidos.
El bulbo olfatorio es una estructura en el cerebro que procesa la información olfativa recibida de las células receptoras olfativas. Aquí, las señales de estos quimioreceptores son captadas y se convierten en señales eléctricas que el cerebro puede interpretar. Esta conversión ocurre a través de una serie de procesos bioquímicos complejos que involucran la interacción de diferentes moléculas y receptores en las células receptoras olfativas y en el bulbo olfatorio.
Una vez que la información olfativa ha sido procesada en el bulbo olfatorio, se envía a otras áreas del cerebro, como el hipotálamo, la amígdala y la corteza olfativa. Estas áreas están involucradas en la interpretación y el procesamiento emocional de los olores. Es por eso que los olores pueden evocar recuerdos, emociones y respuestas físicas, como el apetito o la repulsión. La conexión directa entre el sentido del olfato y el cerebro es fundamental para esta capacidad única del olfato de influir en nuestras emociones y comportamientos.
Interoceptores
Los interoceptores son un tipo de receptor sensorial que se encuentran en el interior del cuerpo y están involucrados en la percepción de las sensaciones internas. Estos receptores están ubicados en órganos como las articulaciones, el corazón, los pulmones, el estómago y los intestinos, entre otros. Su función principal es monitorear y transmitir información sobre el estado interno del cuerpo, como la presión arterial, la temperatura corporal, el nivel de oxígeno en la sangre y la sensación de hambre o sed. Los interoceptores nos permiten tener conciencia de nuestras necesidades fisiológicas y mantener el equilibrio interno del organismo.
Los interoceptores son esenciales para la homeostasis, que es el proceso mediante el cual el cuerpo mantiene un equilibrio interno estable. Por ejemplo, cuando los niveles de glucosa en la sangre disminuyen, los interoceptores en el páncreas detectan esta disminución y envían señales al cerebro para que se libere la hormona insulina, lo que ayuda a regular los niveles de glucosa en la sangre. De esta manera, los interoceptores nos ayudan a mantener un estado de salud óptimo.
Además de su papel en la homeostasis, los interoceptores también están involucrados en la percepción de las emociones. Por ejemplo, cuando experimentamos miedo o ansiedad, los interoceptores en el sistema nervioso autónomo pueden detectar cambios en la frecuencia cardíaca, la respiración y la sudoración, lo que contribuye a la sensación de malestar físico asociada con estas emociones.
Liks de Interes
Como funciona el sentido del Gusto
Ecxelente introducción al estudio de los sentidos presentes en el cuerpo humano.
Exelente trabajo
La verdad es que los cinco sentido con su intrincada red de receptores especializados, actúan como portales que nos conectan con la realidad que nos rodea excelente material.
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